¿Magia o Milagro?
- ana cristina Pimentel
- 23 may 2016
- 5 Min. de lectura
Magia, ¿quién no ha sido alguna vez atraído por esta palabra de cinco letras? ¿Quién no ha querido, incluso, poder utilizarla en determinadas circunstancias.

Sin duda, la industria de películas de Hollywood ha contribuido a que seamos atraídos por la magia, los encantamientos y hechizos. Después de todo, parece haber proporcionado felicidad y plenitud a princesas y príncipes de los cuentos clásicos que han servido de base para las fantásticas películas de la pantalla grande. Pensemos que hubiera sido de la Cenicienta, sin el hechizo del Hada Madrina, o de Rapunzel y su pelo mágico inmensamente largo, o de Elsa y sus maravillosos poderes sobre el hielo.
Wikipedia define magia como el arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. Se habla de dos tipos de magia: a) Magia blanca: se refiere a la curación o a ayudar a las personas a través hechizos mágicos, b) Magia negra: es un hechizo, y se define por la supuesta realización de maleficios, ideados para producir infortunio, enfermedades o cualquier otro daño.
En el fondo toda la magia, como sabiamente declaro mi hijo mayor, es como la mentira, es la misma y no tiene ningún color.
Cabe destacar aquí el concepto de hechizo. Wikipedia lo define como "Un acto mágico que suele ser para pretender producir efectos sobre la realidad mediante procedimientos sobrenaturales, como el uso de conjuros. Cuando el objetivo del hechizo es adivinar el futuro se denomina sortilegio y cuando busca someter la voluntad de otra persona u objeto o influir en ellos, encantamiento.
La finalidad de los actos de magia parece beneficiar a alguien con el cumplimiento de un deseo o, por el contrario, perjudicar a alguien en beneficio de quien hace el hechizo o lo contrata. El reconocimiento o la gloria por un acto de magia, se lo lleva siempre el mago o hechicero.

Y un milagro, ¿qué es? El Diccionario de la Lengua Española, lo define como un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. La Palabra de Dios abunda en los milagros y portentos realizados por el Dios Creador y por Jesús, el Hijo de Dios. Pero también los milagros, aparecen en la lista provista por el Apóstol Pablo como un don procedente del Espíritu Santo para todos los creyentes, (1 Corintios 12).
Ahora bien, los milagros obrados por Dios, son realizados siempre con un propósito. McClafin en su libro “La Vida de Cristo en los Evangelios Sinópticos”, señala algunos de los propósitos de los milagros realizados por Jesús:
Confirmar su autoridad como Mesías y Señor. El propósito de los milagros no es dejar a la gente asombrada sino conducirles al señorío de Jesucristo. Los milagros sirvieron para infundir fe en el corazón de los oyentes en lo que se refiere a Cristo y su mensaje.
Jesús realizó milagros para enseñar la verdad. Cuando calmó la tempestad (Mateo 8:23-27), no sólo ilustró su poder milagroso, sino que también reveló la debilidad de la fe de los discípulos.
Para mostrar compasión. Su intención era sencillamente satisfacer necesidades urgentes de la gente. (Mateo 9:36, Marcos 1:41, Lucas 7:13).
Un punto interesante también señalado por McClafin es la moderación de Cristo al hacer uso de los milagros. Jesús pudo pedir que legiones de ángeles le ayudasen cuando fue arrestado, pero no lo hizo o pudo hacer que las piedras se convirtieran en pan cuando fue tentado por Satanás. Pero tal como señala Hoff en su libro “Se hizo hombre”: “Jesús decidió entre usar sus facultades milagrosas para su propio beneficio o para la gloria de Dios en su servicio. Si Jesús hubiera empleado su poder divino para aliviar sus necesidades se habría separado de las experiencias humanas, y no habría sabido sentir compasión para los cargados y tentados (Hebreos 2: 10, 11, 18) Y hasta habría dejado su misión en la cruz. Jesús tenía que experimentar hambre, fatiga, dolor, tentación y pena para ser uno de nosotros, y servir como nuestro Intercesor compasivo. Además, ceder a la sugerencia del diablo habría sido desconfiar de Dios como su sustentador”.
Los actos mágicos pueden aparentar alcanzar los niveles de un milagro, como ocurrió con los magos de Egipto ante moisés: “Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo (que Moisés) con sus encantamientos)..." Ëxodo 7: 11. Repitieron el suceso al convertir la vara en culebra, convirtiendo el agua en sangre (Ëxodo 7:22) y reproduciendo las ranas (Éxodo 8:7). Sin embargo, los encantamientos tienen límites. Intentaron hacer lo mismo con la plaga de piojos y no pudieron, “entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste…” (éxodo 8:18, 19). Hasta que ya “los magos no podían estar en presencia de Moisés por causa de las úlceras, porque los magos tenían úlceras, como todos los egipcios." (Éxodo 9:11).
La palabra de Dios, de hecho, condena toda clase de magia, hechizo, encantamiento o adivinación (Deuteronomio 18:10, Hechos 16:16-19, Apocalipsis 21:8, 22:15).
A diferencia de los actos mágicos, los milagros no se dan por propósitos egoístas. Tienen siempre la intención de edificar la fe y darle la gloria al único que es digno de recibirla, al Dios creador. Aun cuando para el milagro Dios usé a un siervo o ministro suyo, éste ha de ser responsable de dirigir la alabanza y reconocimiento de la gente, a quien en efecto otorgó la virtud para el milagro. Como hizo Pedro cuando el cojo fue sanado: “Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?... la fe que es por él (Jesús) ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (Hechos 4:12, 16).
Dios realiza milagros movido siempre por su compasión ante situaciones de verdadera necesidad de quien lo recibe. No se trata de complacer caprichos, antojos, ni deseos de triunfo y grandeza. Se trata de responder a necesidades auténticas y verdaderas.

Pienso en la vida de Elsa, la chica de la película Frozen, sin sus poderes sobre el hielo y me imagino a una niña feliz, coriendo y jugando por los inmensos pastizales del reino en compañía de su pequeña hermana, una que pudo compartir y disfrutar del amor de sus padres mientras estuvieron vivos. Si pienso en Rapunzel sin su cabello mágico, le imagino disfrutando durante sus años de infancia de la compañía de sus amorosos padres, la pienso libre, no en el cautiverio de una fría torre. Claro, también con desventuras y dificultades comunes a todos los humanos.
Aunque emociona pensar enmagia, prefiero mi vida común, sin poderes especiales, la que me permitió disfrutar del amor de mis padres y jugar con mis hermanas mientras fui pequeña. Agradezco haber experimentado las carencias, la tristeza, el miedo y todo lo que es humano, lo que no tengo ningún poder para cambiar aunque quisiera mientras me está ocurriendo, pero que luego, me doy cuenta que es lo que me ha ayudado a madurar, a confiar en Dios y a ser más humana y compasiva ante la tragedia de los demás. Prefiero la intervención del Dios Todopoderoso con sus milagros cuando tengo necesidades auténticas, porque con esos toques en los momentos que Él considera convenientes, me muestra la magia verdadera, la magia de su amor.
En la vida real, prefiero los milagros, ¿Y tú?
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